lunes, 31 de octubre de 2011

"Cuestión de fe". Por Fernanda Tabarés.

Fernanda Tabarés, en su columna de opinión Otras letras del diario La Voz de Galicia, escribe ayer domingo un artículo titulado Cuestión de fe que, por lo que me ha gustado, no me resisto a reproducirlo aquí íntegramente.


"En estas circunstancias, ¿podemos aspirar a ser felices? Ya lo saben, el objetivo este de la dicha es una empresa imposible en la que algunos empleamos toda la vida con un éxito tirando a relativo y desde luego intermitente. Al fin acabas sabiendo que la felicidad es una bomba química que en muy pocas ocasiones te descompone por dentro. Casi siempre va asociada a una mirada y casi nunca depende de los euros que escondas en el bolsillo, aunque, tampoco seamos frívolos, cuando en la faltriquera no hay más que agujeros cuesta más arrancarse a reír.

En cualquier caso, ese prodigioso bienestar esponjoso no había aparecido hasta ahora en un programa electoral. Sabíamos que algunos reinos lejanos sustituyeron el producto interior bruto por otro índice menos mundano que aspira a multiplicar la felicidad de sus habitantes, pero encajamos la audacia como una extravagancia de un mundo lejano. Pero ayer sucedió. En la euforia disparada por la que transita el PP en su camino hacia la victoria total, Rajoy se atrevió a garantizar a los españoles que serán felices. Como todavía no nos ha contado cositas de importancia menor como la que nos permitiría descubrir cómo va a acabar con el paro, el hombre apuntó por elevación y nos prometió una nueva España con hechuras de Arcadia, refractaria a los problemas colectivos e individuales, porque ya hemos dicho que la felicidad es un estado personal y bastante intransferible. Con su compromiso, Rajoy se desdibujó como estadista y emergió como sacerdote. Los hay que prometen la vida eterna. El oficiante Rajoy fue más por la vía del flower power. Pero en todos los casos es cuestión de fe."

1 comentario:

Juan L. Trujillo dijo...

Este otro gallego, como puede comprobarse, es especialista en vender humo.
Y lo malo es, que se lo compran.
Un abrazo.