jueves, 6 de enero de 2011

¿Deberían prohibir arrojar cerveza a la cara de los clientes de un bar?

Dos pilares fundamentales para una convivencia democrática son la educación y el sentido común. Tal vez por eso la historia de España ha sido tan convulsa. La educación se ha entendido siempre como adoctrinamiento, dándole más importancia a la instrucción que a la cortesía o a la urbanidad, aspectos éstos hoy tan devaluados o directamente menospreciados. En cuanto al sentido común, ni está ni se le espera.

Por desgracia, en muchas ocasiones los gobiernos se ven obligados a promulgar leyes que serían innecesarias si existiera sentido común y un mínimo de educación. Naturalmente, es mucho más fácil, rápido y económico promulgar leyes farragosas que a veces más que solucionar un problema pueden llegar a crear otro.

Pero echarle la culpa a un gobierno de nuestra individual falta de sentido común es echar balones fuera, excusas de mal pagador, algo a lo que en España estamos muy acostumbrados.

La situación podría ser ésta:

Un ciudadano -honrado, prudente y que paga sus impuestos religiosamente- le gusta ir al bar y charlar con sus amigos. Siempre pide dos cañas de cerveza: una se la bebe y la otra la tira sobre los que le rodean, incluidos los hijos de sus amigos. ¿Por qué lo hace? Él dice que tiene derecho: ha pagado la cerveza (y los impuestos que la gravan) y si a los demás les molesta que no vayan a los bares. Sus amigos le toleran una y otra vez... Se resignan a regresar a sus casas con la ropa apestando a alcohol.

Pensaríamos que este ciudadano, de no estar chiflado, no tiene ni educación ni sentido común. ¡Ah, perdón! Educación sí que tiene: "¿Os importa que os tire una cervecita por encima? Gracias."

Si este hecho lo repitieran más de la mitad de los ciudadanos, no por eso tendrían más derecho a hacerlo.

La pregunta es: ¿Debería el gobierno elaborar una ley que devolviera el sentido común a todos esos ciudadanos? ¿Verdad que sería vergonzoso? Pues así es.

Naturalmente, eso, como no mata, no hace falta prohibirlo.

Así estamos y así somos: Honrados, prudentes y sin educación ni sentido común.

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