Hay personajes en nuestra vida pública que son, sencillamente, impresentables. Por eso no es de extrañar que se generalice y que nuestros políticos lleven la fama que llevan: se lo ganan cada día, minuto a minuto. Aparte de ignorantes -que lo son-, imbéciles -que lo parecen-.
El alcalde de Valladolid, al que nadie conocía fuera de su ciudad, se hizo famoso por su vejatorio comentario hacia la actual ministra de Sanidad -otra que lo es y lo parece- y ahora no quiere bajarse de esa gloria mundana.
León de la Riva, el alcalde vallisoletano, ha indicado en declaraciones a la cadena Ser que lamenta que "se invite a los ciudadanos a denunciarse unos a otros" y ha explicado a los periodistas que "así empezaron cosas muy terribles en la historia de la humanidad, con denuncias de unos a otros, primero buscaban a los judíos, aquí denunciamos a los fumadores".
Al margen de que me parece una solemnísima tontería -otra más de la ministra Pajín- eso de pedir que los ciudadanos no fumadores denunciemos a los sí fumadores, las palabras de León de la Riva son muy graves, porque minusvalora lo que supuso el holocausto, intenta hacer un llamativo y a sabiendas polémico titular de prensa y, por consiguiente, se burla de los millones de víctimas del nazismo. Una tragedia histórica que no debería admitir bromitas ventajistas.
Buscaban a los judíos, los llevaban a campos de exterminio, los torturaban, los gaseaban y los enterraban amontonados en fosas comunes. Si de verdad cree el alcalde de Valladolid que ese es el espíritu de la ley antitabaco es que o es imbécil o tiene muy mala fe.
Las dos cosas son nefastas para un alcalde, porque avergüenza a sus conciudadanos. O debería.
Lo triste para la historia de la humanidad es que este tipo de personajes puedan sentarse en un sillón oficial y gobernar nuestros destinos.
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